El CEIP NTRA. SRA DE LA ANTIGUA DE MÉRIDA , A TRAVÉS DE SU MASCOTA : MOZARITO, PRETENDE DAR A CONOCER A TODA LA COMUNIDAD EDUCATIVA EL CAMINO MOZÁRABE DE SANTIAGO A SU PASO POR EXTREMADURA.
lunes, 24 de febrero de 2014
PREPARANDO EL CARNAVAL.
Este año el carnaval está enfocado hacia el Camino mozárabe de Santiago.
Nuestros alumnos de E.I , junto con sus maestras y mamás han elaborado unos trajes preciosos de nuestra mascota Mozarito.
1º y 2º irán disfrazados de peregrinos tradicionales.
3º y 4º de mozárabes.
5º y 6º de nuestra mascota con unos sombreros superoriginales.
Nuestros alumnos desfilarán por el barrio el próximo día 28 a partir de las 12:30 y el recorrido este año pasará por la ermita de Ntra. Sra de la Antigua, lugar de paso del Camino Mozárabe.
domingo, 16 de febrero de 2014
EL TRABAJO COOPERATIVO COMO METODOLOGÍA PARA INVESTIGAR EL CAMINO.
La tutora de 5º, Eva González, ha comenzado a emplear una nueva
metodologia de trabajo por grupos en su aula para acercar a sus alumnos
el Camino Mozárabe.
Ha dividido la clase en 4 grupos y cada uno de ellos ha elegido un nombre y un eslógan.
Tendrán
que desarrollar durante dos horas ( 2 dias a la semana), una serie de
fichas donde tendrán que recopilar información para poder rellenarlas.
Los 4 grupos que se han formado son: Los Mozaritos, Los Moza-moza, Mozaretes y Master.
En
la primera sesión se han sentado las bases y las normas que todos
tienen que respetar para poder trabajar en equipo. Cada equipo cuenta
con un responsable.
Como material de consulta y apoyo, su tutora, ha diseñado una Webquest llamada Mozarito para que les sea más
fácil la búsqueda de la información, la cuál podéis consultar pinchando en la foto de Mozarito de la parte derecha.
Se trabajará una ficha por semana.
De
momento para comenzar la primera ficha ha consistido en una lluvia de
ideas sobre varias palabras relacionadas con el Camino.
Se trata de fomentar, además de la competencia lingüística, otras competencias como la digital o la de aprender a aprender .
miércoles, 12 de febrero de 2014
HISTORIAS DE AMOR EN EL CAMINO.
Aprovechando
la festividad de San Valentín queremos felicitar a todos los nuevos
amigos que hemos ido haciendo a lo largo de este curso y que han sido
muchos y de diferentes puntos de nuestra geografía: Castuera,
Almería, Sevilla, Fuente Obejuna, Peñarroya-Pueblonuevo, Bélmez, Madrid,
Valencia...
A
ellos va dedicada esta entrada y por ello, en mi bordón, en vez de la concha
llevo un corazón, el corazón de la amistad, del querer compartir y
recorrer este camino juntos, independientemente de dónde vivamos.
Son muchas las historias de amistad y de amor que surgen a lo largo del Camino, unas duran poco y otras son para toda la vida.
A continuación os dejamos varias historias reales surgidas en torno al Camino de Santiago y que han sido recogidas de internet.
La primera historia se sitúa en agosto de
2002. José Luis Ros, un profesor de Recursos Naturales de Cartagena, y María
Luisa Sánchez, una psicóloga madrileña, se lanzaron a vivir la experiencia de
recorrer a solas el Camino.
Él lo inicio en Somport (Huesca) y ella en Estella
(Navarra). No se conocían de nada, pero el destino hizo que los pasos de Tito y
Marisa se cruzasen en Logroño. Su destino era el de estar juntos, el mismo que
ayer los convertía en marido y mujer en el Teatro de Villafranca, la pequeña
Compostela y el lugar donde aquel verano surgió la chispa del amor.
«Nos
conocimos un 8 de agosto. Yo iba en dirección equivocada cuando me crucé con
Marisa y me avisó», recuerda Tito. A partir de ese momento y en las sucesivas
etapas «fuimos varios días juntos, con más gente pero, en realidad, cada uno a
lo nuestro, aunque las veces que coincidimos nos fuimos conociendo».
A pesar de
que decidieron continuar como peregrinos solitarios, cuando Marisa llegó a la
Cruz de Ferro le esperaba una nota de Tito, así como los mapas de las etapas en
una cafetería «muy andaluza» en Villafranca. De esta forma, la chispa entre
ambos surgió entre la villa del Burbia y el albergue de Pereje, donde
volvieron para sellar su compromiso como marido y mujer en la misma
Villafranca.
La intensidad en la convivencia y el gran compañerismo
favorecen las relaciones en la ruta hacia Santiago, como prueban los casos de
tres parejas asturianas fraguadas en la marcha.
Santiago
Calvo lleva el nombre del Camino más famoso del mundo y está convencido de que
no es casualidad. Lo supo nada más verla. Ella sólo era una peregrina más entre
todas las que aguardaban en la plaza de España de Avilés el inicio de su ruta a
Compostela. De aquel 23 de febrero este sindicalista de Comisiones Obreras sí
conserva buen recuerdo. Había tardado casi cincuenta años en aceptar el reto.
Él era más de bicicleta y le daba pereza andar, pero un día tuvo un accidente y
le cogió tanto miedo que la aparcó para siempre. Así que no le quedó más remedio
que hacer caso, por fin, a la sugerencia de unos amigos cercanos y se lanzó a
patear hacia Santiago. Y fue entonces cuando la conoció. Era el año 1997.
Se llamaba
María Prudencia Álvarez y era vecina de Avilés, como él, pero nada sabían el
uno del otro. Se contaron sus vidas desde la primera etapa. Llevaban el mismo
ritmo y eso facilitó el diálogo. Empezaron a hablar, a compartir, a disfrutar.
La conversación se intensificó en jornadas sucesivas, camino siempre de
Santiago, y del roce se creó una amistad que derivó en una relación
sentimental. La diferencia ideológica no supuso ningún problema. Él, de 49 años
entonces, sindicalista y ella, de 43, profesora de Religión. Eran los dos
católicos y conectaron tan rápido que al poco, un año escaso después, en un
autocar de regreso de una etapa, Santiago sorprendió a los pasajeros pidiéndole
matrimonio a María Prudencia. Y en junio de 1998 se casaron. Y se casaron tres
veces seguidas: una en el Ayuntamiento, otra en el Juzgado y otra en la
iglesia.
«Estamos
seguros de que Santiago Apóstol nos ha unido», explica convencida esta pareja
avilesina, él con 65 años y ella con 59. Ellos no iban buscando nada, al menos
eso dicen, y acabaron encontrándolo «todo».
En realidad,
no son los únicos peregrinos enamorados camino de Santiago.
Este recorrido de
alcance mundial, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, conserva
en su gigantesca memoria muchas y muy variadas historias de amor, más o menos
largas, no todas duraderas, unas con final feliz y otras no, historias de amor
en cualquier caso, cada una a su manera. El Camino de Santiago, explican los
expertos, fomenta la solidaridad y el compañerismo y crea vínculos de unión muy
fuertes en muy poco tiempo entre personas de todas partes del mundo. Las
relaciones suelen ser muy intensas, y algunas de ellas continúan más allá de la
plaza del Obradoiro, la meta del peregrino. Y ahí está la clave del amor
jacobeo. Porque caminando se llega a Santiago, pero a veces también al altar.
Lo
que sobran son historias sin nombres ni apellidos, como aquella pareja de
Zaragoza que caminó hacia su boda durante quince días por la ruta del Norte y
se lo confesó a Flori Fonseca, del albergue de Vega de Sariego. Fue una especie
de luna de miel por adelantado. Calcularon todo para llegar a Santiago,
ducharse, prepararse y plantarse en el altar.
El resto de invitados había
llegado hasta allí en otros medios de transporte mucho más rápidos y más
cómodos.
«Al Camino vas a caminar y a compartir. Cuando conoces a una persona
la conoces de una manera muy intensa. Ves cómo reacciona ante los miedos, ante
los dolores, ante las frustraciones o las alegrías. La conoces en situaciones
límite», explica Dolores Rizo, de 38 años, que además de peregrina es
psicóloga.
Dolores
había terminado una relación y necesitaba un giro radical en su vida. Buscaba,
dice, reencontrarse consigo misma. Se propuso como terapia hacer el Camino de
Santiago desde Roncesvalles. Viajaría desde Cartagena, su ciudad natal, hasta
la salida y desde allí empezaría a caminar. Iba sola. Quería ir sola. No
contaba con que nada más iniciar su viaje, en Madrid, había un chico con su
mismo plan. Alejandro Badía tenía más experiencia. El año anterior había hecho
el Camino desde Burgos hasta la capital gallega. Pero le faltaba la otra parte
y quería completarlo con el tramo Roncesvalles-Burgos. Los dos se encontraron
en la estación sur Madrid, a punto de tomar un autobús que les llevaría al
punto de salida. Era principios de agosto y hacía calor. Los dos salieron a la
vez y resultó que llevaban el mismo ritmo. «No fue a propósito, de verdad.
Coincidimos en el ritmo, fue algo natural», dice Alejandro, que promete que
tampoco iba buscando una experiencia amorosa. No la iba buscando, pero la
encontró.
Caminaron
juntos 15 días, hasta Burgos, donde ella continuó destino Santiago. Pero
entonces habían sido tantas las conversaciones que la relación era ya fluida y
continuó por teléfono. «Cuando acabé el Camino nos volvimos a encontrar y hasta
hoy». Hoy tienen dos hijas y viven en una casa cerca de Luarca, a donde se
mudaron pocos años después. Un fotógrafo madrileño y una psicóloga cartagenera
que se conocieron camino de Santiago y que se establecieron en Asturias.
«Cuando
empiezas a hacerlo piensas de una manera y cuando vuelves, de otra muy
distinta. Te cambia la vida», apunta Laureano García. Él no encontró el amor
caminando, pero sabe que las historias se amontonan. Que las hay eternas y
efímeras, de minutos, horas o años.
También han
surgido flechazos. De ello pueden dar fe Covadonga y Pedro. Ella, de 35 años, asturiana, de
Cadavedo (Valdés). Él, de Polonia.
Su historia
es la de un peregrino que llega a un albergue, conoce a su hospitalera (como se
conoce a sus ayudantes) y se enamora de ella. Y que después sigue caminando y a
los dos días se lesiona. Entonces la llama y está un «par de días» con él,
tiempo suficiente para entablar una amistad que al poco, precisamente en
Santiago, termina en relación. De eso se cumplió el pasado 23 de septiembre un
año. Hoy, Covadonga (35 años) y Pedro (50) viven juntos, también en Luarca. «Es
fácil coger cariño a la gente haciendo el Camino. Es normal que surja la
chispa. Con el paso de los días te vas conociendo mejor y así es como aparecen
las relaciones», explica Pedro, que salió de Bilbao camino de Santiago sin
móvil pretendiendo desconectar, pero que una vez en Gijón decidió comprar uno
«por si acaso». Así pudo llamar a Covadonga para que fuera a asistirle: «Fue un
flechazo. Somos gente sencilla y a mí me cambió la vida», explica. «A mí el
Camino me dio la felicidad y encontré a mi pareja», completa Covadonga.
Santiago y
María Prudencia, Alejandro y Loli, Covadonga y Pedro. Tres historias de amor
arrancadas del Camino de Santiago, de esa ruta universal a veces coloreada de
rojo, con forma de corazón, que sirve de aprendizaje para los tragos duros de
la convivencia en pareja. Ellos son tan sólo un ejemplo de lo que da de sí esta
aventura que todos recomiendan, que cada uno quiere repetir. Porque en alguna
parte de él encontraron lo que no buscaban: el amor.
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